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3 ejemplos de eficiencia energética ancestral

Cuando pensamos en una edificación sostenible nos viene a la cabeza una construcción moderna, con paneles solares, huertos verticales, domótica y, en definitiva, que «esté a la última» en tecnología y sostenibilidad. Pero como le ocurre siempre al ser humano, nos olvidamos de mirar atrás, hacia nuestra historia.

Nuestros ancestros construían sus viviendas siguiendo estrategias de ahorro energético y economía de proximidad dignas de envidiar. Aprovechaban las materias primas de la zona y adaptaban sus viviendas a las condiciones climáticas convirtiéndolas en aliadas. Por ejemplo, tenían en cuenta la orientación de la construcción para aprovechar la luz solar en lugares sombríos y los vientos alisios para mejorar la ventilación en los trópicos.

La arquitectura bioclimática diseña en base a las condiciones climáticas y busca que la armonía con el entorno sea una constante.

El desarrollo industrial y tecnológico trajo consigo innumerables avances para la sociedad. Sin embargo, es una de las principales causas de la crisis climática y este hecho pone sobre la mesa rescatar algunas técnicas de arquitectura tradicional, que ayuden a reducir el consumo de materias primas y la huella ecológica. ¿Te interesa conocer algunos ejemplos de eficiencia energética ancestral? ¡Compartimos tres ejemplos! 

El iglú, una ‘casa de nieve’

Esta icónica construcción del norte de Canadá, Alaska y Groenlandia es una casa de nieve en el sentido más estricto. El iglú está construido con muros gruesos de nieve endurecida que consiguen un gran aislamiento térmico en climas polares. Esto es posible gracias a la densidad de la nieve, que es menor a la del hielo, y la que le atribuye esta capacidad aislante. Cuando las temperaturas en el exterior superan los 30º C bajo cero, dentro del iglú es posible estar a 0º C con ayuda de lámparas de aceite y calor humano.

Otro aspecto interesante es la forma del propio iglú. Una cúpula con forma de esfera que reduce la superficie expuesta al frío y al viento y que suma al confort térmico en el interior.

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Tiempo atrás, los iglús sirvieron como vivienda permanente de familias inuit, un pueblo originario de las zonas árticas, conocidos de forma popular como esquimales. En la actualidad los iglús se utilizan como refugio temporal en las expediciones de caza.

Las casas de barro o arcilla en África

Viajando al otro extremo del planeta, en algunas zonas de África encontramos casas hechas a base de arcilla. Este material no contaminante y natural es un excelente aislante térmico.

En un caso concreto de un pueblo al sur de Marruecos situado entre el Sáhara y la cordillera del Atlas, donde durante el día se alcanzan temperaturas superiores a los 40º C y por la noche descienden hasta dejar en negativo los termómetros, se espera que las construcciones aíslen lo suficiente para mantener una temperatura controlada en el interior sin necesidad de un gran gasto de energía (luz, climatización, estufas…).

Sin embargo, sus habitantes han construido durante las últimas décadas, edificios a base de hormigón (un material «más moderno»), a pesar de aportar menos eficiencia energética que el barro y ser un material más costoso al no encontrarse en las proximidades de la zona.

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La ONG We Speak Citizens busca un cambio. Quieren recuperar las construcciones de arcilla para mejorar el confort de los interiores de los inmuebles del poblado y fomentar la economía local de la zona. Para ello, llevan una importante labor de concienciación que busca educar y hacer partícipes del cambio a la ciudadanía.

En nuestro país, las pallozas gallegas

En el territorio español tenemos algunos iconos tradicionales de más de 2.000 años de antigüedad, como son las pallozas de los Ancares, que están construidas por una base circular de piedra y una cubierta de paja.

A pesar de su diseño y estructura sencillas, son muy eficientes desde el punto de vista energético por tres razones:

  • El tejado está formado por una capa gruesa de paja que ayuda a mantener la temperatura del interior de la vivienda entre 15 y 18º C. Además, funciona como impermeable frente a las frecuentes lluvias de la zona.
  • Al igual que ocurre con la forma esférica de los iglús, la cubierta cónica de paja protege las paredes contra las inclemencias del tiempo y reduce la superficie expuesto al frío y al viento.
  • El espacio diáfano del interior ayuda a mantener una circulación de aire y ventilación óptimas.

En este caso, las pallozas también están construidas con materiales locales, tanto la piedra como la paja se encuentran en las diferentes zonas rurales de los Ancares.

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Resulta muy interesante conocer las diferentes técnicas que emplean estas construcciones milenarias para poder aplicarlas en la arquitectura moderna con el fin de mejorar el confort térmico de los hogares y reducir la pobreza energética. De hecho, en la actualidad se realizan proyectos de bioconstrucción y biología del hábitat que adaptan estos criterios a la era contemporánea.

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