La antigüedad de la vivienda tiene un peso fundamental en su consumo energético. Esa ‘edad’ la podemos ver a simple vista en cerramientos como las ventanas, en los sistemas de calefacción, en los revestimientos de la propia casa, aspectos estructurales que cuesta más dinero y esfuerzo renovar. Pero hay otros, como los electrodomésticos o dispositivos como bombillas, que se pueden ir renovando poco a poco.
Sin duda, la antigüedad afecta directamente a la pobreza energética, ya que las familias con menos recursos suelen vivir, por su realidad socioeconómica, en edificios más antiguos. Pero también afecta a la eficiencia energética de la generalidad del parque edificatorio del país. Y es que, cabe recordar que, en términos de energía final, las viviendas suponen el 17% del consumo final total y el 25% de la demanda de energía eléctrica.
Este contexto es algo que conocemos muy bien en Epiu Getafe Hogares Saludables, donde trabajamos con el foco puesto en identificar la pobreza energética que se esconde en los barrios de Las Margaritas y La Alhóndiga-Fátima, dos barrios de Getafe donde la mayor parte de su suelo urbanizado se construyó en la década de los 60 y 80, con bajos estándares de calidad y de eficiencia energética, en los que, además, el 48% de las viviendas carece de sistema de calefacción.
El modelo y los resultados de este proyecto europeo Urban Innovative Actions (UIA) se podrán escalar y aplicar a otros muchos municipios y ciudades de España y del resto de Europa, puesto que la antigüedad del parque de viviendas es un problema bastante extendido en nuestro país y fuera de él.
La edad de la vivienda lastra la certificación energética
España parte con una desventaja importante y es que, según un informe de Idealista, en nuestro país la edad media de la vivienda es de 45 años. Contamos con una gran cantidad de edificios construidos entre 1950 y 1970, los cuales no cuentan con medidas eficientes. A ello se suma que, durante la época del ‘boom’ inmobiliario, muchas promociones tampoco contaron con los mejores materiales para atajar este problema.
Como resultado, según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) y del Ministerio para la Transición Ecológica, la mayor parte del parque inmobiliario de España obtiene alguna de las peores calificaciones en las evaluaciones de certificación energética.
La escala de certificación energética, que marca -de la A (siendo esta la mejor) a la G (la peor)- aspectos como el aislamiento de la vivienda o los materiales con los que se ha construido, es reveladora. Las calificaciones A o B solo se logran en un 1% de los edificios. La calificación C la consiguen el 4% de los inmuebles, seguida de la D (11%) y de la E (51%). El restante 33% de inmuebles residenciales y terciarios cuenta con etiquetas F y G. Para hacerse una idea, una certificación E -o siguientes peores- consume un 90% más que la máxima nota de eficiencia energética.
Puntos que más afectan
Otro estudio de IDAE, el informe Spahousec, identificó que el 49% de las viviendas españolas han sido construidas entre 1979 y 2005 contando con más 30 años de antigüedad. Esto afecta directamente a los materiales con los que fueron construidos a nivel de estructura, donde el aislamiento del frío y el calor tienen un peso definitorio.
El 49% de las viviendas españolas han sido construidas entre 1979 y 2005 contando con más 30 años de antigüedad
Este informe se desglosaba según tipos de vivienda: la mayoría de las viviendas unifamiliares han sido construidas en los últimos 30 años, por lo que tienen una edificación más reciente que las viviendas en bloque, que elevan su media por encima de 40. Así, las viviendas anteriores a 1979 alcanzan el 49% en las viviendas en bloque, solo el 33% en las viviendas de tipo unifamiliar.
En el estudio también se extraían datos de su distribución: las viviendas más antiguas tienen menor superficie y número de estancias, lo que en principio debería ayudar al mantenimiento del calor. Sin embargo, de nuevo, los materiales con los que fueron construidas, hacen que esa fortaleza no acabe siendo tal.
Los resultados del estudio profundizaron también en la explicación de los consumos por zona climática y tipo de vivienda: el hogar medio español consume unos 10.500 kWh al año. Las viviendas en bloque -pisos- de la zona Mediterránea se presentan como las que menos consumen, por las temperaturas más suaves; mientras que las viviendas unifamiliares del sector Continental son las más consumidoras. De media, los alojamientos unifamiliares consumen 2 veces más que los pisos.
La calefacción, como comentábamos, era uno de los sistemas que más influían en el consumo. La antigüedad media de este equipamiento en España es de 8,4 años, localizándose los más modernos en la zona Mediterránea y los más antiguos en la zona Continental. Por tecnologías, las calderas convencionales tienen una media de 10 años, mientras que las antigüedades de las calderas de condensación y las bombas de calor reversibles son de 5,6 y 6,6 años, respectivamente.
Con respecto a las cocinas, su antigüedad media es de 9 años, siendo las cocinas a gas las que mayor antigüedad presentan, con más de 11 años, mientras que las eléctricas, especialmente las de inducción, cuentan con tan solo 3 años.
Pasando a los electrodomésticos, su antigüedad media varía según los equipos, si bien oscila en una horquilla de 6 a 8 años, según los datos del IDAE, siendo la mínima para las lavadoras y lavadoras-secadoras, con 6 años de medida, y la máxima, para los hornos, con 8 años.
Ayudas para reformas y mejora de eficiencia energética
Por suerte, en los últimos años todas las instituciones han puesto en marcha ayudas directas a las reformas y las mejoras en materia de eficiencia energética, subvenciones que junto con un cambio de conciencia sobre esta problemática y la divulgación de consejos para el ahorro energético pueden provocar un cambio que ya está sucediendo.
Sin ir más lejos, el Ayuntamiento de Getafe ha lanzado recientemente ayudas para mejoras de este tipo, con una partida de 500.000 euros, con ayudas de hasta 1.200 euros para el cambio de ventanas, hasta 600 para el cambio de calderas y hasta 9.000 para comunidades de vecinos que promuevan reformas en sus aislamientos.
Las ayudas se adjudicarán por sistema de puntuación y, para obtener mayor puntuación, se tendrán en cuenta criterios como: antigüedad de los edificios, familias con personas con discapacidad, familias monomarentales o monoparentales, familias que perciban el Ingreso Mínimo Vital o número de personas empadronadas en la vivienda, entre otros. Tienes más información sobre estas ayudas, aquí.