Que haya más personas en el mundo con un teléfono móvil conectado a red que con acceso a un inodoro o que más del 90 % de los datos generados en toda la historia de la humanidad se hayan obtenido durante los últimos cinco años, son datos que nos ayudan a entender el alcance real de la transformación digital que estamos viviendo y su calado en la sociedad.
Conceptos como ‘Internet de las Cosas (IoT)’ o ‘Inteligencia Artificial (IA)’, que hasta hace no mucho parecían sacados de una película de ciencia ficción, de repente han invadido por completo nuestra vida cotidiana.
Tanto es así que cuando teletrabajamos, cuando utilizamos nuestro reloj para contar los pasos realizados durante el día o cuando le preguntamos a nuestro ‘asistente de voz’ si tenemos que salir de casa con el paraguas, estamos utilizando estas tecnologías.
El uso de tecnologías disruptivas como el IoT y la IA, que están siendo capaces de transformar el mundo tal y como lo conocíamos, nos proporciona nuevas herramientas y enfoques para enfrentarnos a los grandes retos globales.
La eliminación de la pobreza energética es uno de estos importantes desafíos que cada vez está más presente en la agenda política y está ganando mayor visibilidad gracias a iniciativas como el proyecto EPIU Getafe Hogares Saludables.
¿Cómo pueden ayudar el IoT y la IA a combatir la pobreza energética?
Cuando hablamos del internet de las cosas nos referimos a esa red de objetos, de “cosas”, que son capaces de conectarse a internet e intercambiar datos entre ellos.
Uno de los principales aportes del IoT en la lucha contra la pobreza energética es la capacidad que ofrece para realizar monitorización de forma remota y en tiempo real.
La instalación de sensores en hogares permite un seguimiento de parámetros clave como la temperatura, la calidad del aire o los consumos energéticos y, por ende, una mejor caracterización del fenómeno y el afloramiento de situaciones de pobreza energética escondida, casos que son muy difíciles de detectar a través de otros mecanismos.
El IoT también se está utilizando para realizar inspecciones diagnósticas de la eficiencia energética en viviendas a través de sensores térmicos, e incluso de edificios o barrios enteros, mediante redes de sensores embarcados en drones.
Llamamos inteligencia artificial a aquellos mecanismos que dotan a los sistemas tecnológicos de características propias de la inteligencia humana como el razonamiento o el aprendizaje, de manera que, a través de datos recibidos, puedan relacionarse con su entorno, analizándolo y respondiendo a él.
Una de las principales aplicaciones de la IA en el campo de la pobreza energética es la predicción de hogares que sufrirán este problema, permitiendo adelantarse a su aparición y adoptar medidas preventivas. También, posibilita el descubrimiento de patrones de consumos energéticos o de hábitos en los hogares, y ha sido utilizada para la elaboración de índices de riesgo de pobreza energética.
Además, la IA se está integrando en iniciativas enfocadas a aspectos sociales, económicos o de eficiencia energética, temas que tienen un impacto directo en la caracterización de la pobreza energética. El uso de técnicas de IA sobre mapas de calor o en tareas de digitalización de contadores son otras de las últimas tendencias en este ámbito.
El proyecto EPIU Getafe, como ya se ha mencionado anteriormente en este blog, se enmarca en el marco del programa de Acciones Urbanas Innovadoras (UIA, por sus siglas en inglés) de la Comisión Europea.
Uno de los aspectos más innovadores de este proyecto es justamente la integración de ambas tecnologías, el IoT y la IA, en una Unidad Inteligente de Pobreza Energética que identifique las viviendas en riesgo de vulnerabilidad energética en el municipio de Getafe y permita ofrecer soluciones a medida.
Así, la aplicación de algoritmos de IA sobre datos reales (entre ellos, los tomados directamente en los hogares a través de sensorización) permite adquirir un mayor conocimiento sobre la problemática de la pobreza energética en el municipio y elaborar medidas efectivas para combatirla.
Autora: Ascensión López Vargas, investigadora postdoctoral a cargo del proyecto EPIU Getafe y miembro del Grupo CAOS de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M).