La evolución de la definición de pobreza energética a lo largo de los años ha dejado entrever que se trata de un problema multidimensional que únicamente es posible abordar desde una visión integral de las causas y consecuencias que experimentan las personas que sufren pobreza energética. Además del evidente enfoque económico a la hora de estudiar el fenómeno, existen otras muchas categorías descritas por las ciencias sociales que permiten caracterizar la problemática y que condicionan el acceso a los servicios energéticos.
Género y pobreza energética
El género es una de ellas. Según el Estudio Técnico sobre Pobreza Energética en la ciudad de Madrid (Sanz Fernández et al., 2017), un 23% de los hogares madrileños se encuentra en riesgo de sufrir pobreza energética. Entre ellos, más de la mitad tienen como sustentadora principal a una mujer.
Para profundizar en el estudio de esta problemática. durante los años 2019 y 2020 se desarrolló el proyecto FEMENMAD-Feminización de la pobreza energética en Madrid. Exposición a extremos térmicos- financiado por el Ayuntamiento de Madrid y desarrollado por Universidad Politécnica de Madrid en colaboración con el Instituto de Salud Carlos III.
El punto de partida del proyecto contaba con las limitaciones descritas en anteriores estudios (Gonzalez, 2017) sobre fenómeno de la feminización de la pobreza energética: desde la falta de desagregación de datos estadísticos por sexo, hasta la escala de análisis a nivel cualitativo o enfoque consensuado (a partir de los datos recogidos en la Encuesta de Condiciones de vida) únicamente disponible a nivel autonómico.
Con los datos disponibles, se reflejó la distribución geográfica y características de los “hogares tipo” en base a la superposición del factor de Altas Necesidades Energéticas (ANE, índice agregado que evalúa estado de la vivienda, disponibilidad de equipos energéticos e incidencia de la isla de calor urbana) el nivel de renta, y la concentración de “hogares tipo” en los que es posible establecer una relación con la feminización de la pobreza energética (Sánchez-Guevara Sánchez et al., 2020): aquellos hogares de mujeres mayores de 65 años que viven solas, hogares monoparentales con mujeres al frente y hogares con una mujer como sustentadora principal.
Dinámicas intrahogar ocultas
Las dinámicas intrahogar, sin embargo, y a la luz de los datos estadísticos disponibles, continuaban ocultas. En este sentido, se pudo realizar un trabajo cualitativo basado en entrevistas semiestructuradas a 16 hogares para entender cómo los roles de género articulan la pobreza energética. Los resultados apuntan a que el género también influye sobre aspectos como la construcción de la identidad y los patrones y hábitos de consumo. Estas entrevistas, sumadas a una monitorización de las temperaturas registradas en la vivienda durante todo un año, permitieron visibilizar situaciones de gran interés como el hecho de que, de manera general, ellas no utilicen equipos de calefacción o refrigeración en la vivienda si se encuentran solas en el domicilio; o que, como medida de ahorro, únicamente conecten los equipos cuando otras personas se encuentran en el hogar.
Esta situación, sumada al hecho de que las mujeres dedican más tiempo a las labores de cuidados desarrolladas en el ámbito de la vivienda que sus pares, indica una posible relación entre pobreza energética, género e impacto en salud. En este sentido, en el proyecto fue posible profundizar en las diferencias de ingresos hospitalarios por sexo, en los que también es posible encontrar diferencias: los ingresos por calor (J. A. López-Bueno et al., 2020) y por causas respiratorias (J A López-Bueno et al., 2020) son mayores en el caso de las mujeres, mientras que los hombres no registran incremento de ingresos por ninguna de las dos causas.
En vista a los resultados, se considera fundamental la incorporación de un enfoque integrado de género en las políticas de vivienda y salud pública, con el fin de disminuir el impacto de la pobreza energética.
Autora: Marta Gayoso Heredia. Arquitecta, Máster en estudios de género, alumna de doctorado e investigadora del grupo ABIO. Miembro del equipo de investigación del proyecto FEMENMAD y actualmente miembro del equipo de investigación de la Universidad Politécnica de Madrid en el proyecto EPIU.